Esfinge dorada
del sol de septiembre.
Te he alcanzado finalmente pitonisa mítica del
nacimiento terrestre
Sin más anhelo que acariciar con mis ojos tu
escalera de oros invisibles.
Me has esperado y hoy hasta ti llego
Sin monedas en mis bolsillos, pero con las manos
limpias,
Recién lavadas de tanto miedo hecho tropiezo.
Mis manos te ofrezco dama de hierro y algodón,
Mis manos que manifiestan todo lo mío.
Tú, adivinadora de cielos profundos, acoge mi
redención y mi ímpetu de mejoría.
Tú,
vaticinadora del triunfo sagrado, esculpe mis ojos hacia tus horizontes.
Madre
tierra, santo es el lecho de tu sabiduría.